No creo que haya ningún misterio en la cuestión de la eternidad -parcial- de la mente si se atiende bien al problema. En Spinoza no hay ninguna doctrina del alma. Aún menos de su inmortalidad. Sí hay una doctrina de la mente (mens), esto es de un pensamiento complejo que piensa un individuo complejo (un cuerpo). La mente es idea del cuerpo, no forma de este. Esto supone que lo que constituye la mente no es un principio unificador trascedente a sus elementos como es la forma en cuanto distinta de la pluralidad interna de la materia, sino un conjunto autorregulado de relaciones entre sus componentes, que son ideas.
La mente es una idea compleja cuyo orden y conexión internos se corresponden con los del cuerpo. La esencia de la mente, tanto como la del cuerpo son eternas en cuanto expresan la potencia-esencia divina. Esto significa que la potencia-esencia divina no existe sin mi mente ni sin mi cuerpo, e inversamente que la potencia y la esencia de mi mente y de mi cuerpo son tan absolutas como las de Dios cuando logran expresarse libremente. Si mi mente pudiera siempre realizar su propia esencia, toda ella sería eterna pues toda ella estaría constituida por la idea adecuada que es mi mente en cuanto forma parte del atributo Pensamiento. Ahora bien, esto no es posible, pues mi existencia y mi acción dependen de circunstancias exteriores. Estas pueden favorecer mi acción y mi pensamiento de modo que la mayor parte de mis acciones y de mis pensamientos correspondan a la esencia singular que expresan en dos atributos distintos mi mente y mi cuerpo, o trabar y limitar esa acción y ese pensamiento, sin llegar a destruirlos. Mi historia es una historia de encuentros que dependen de mi propia potencia (virtù en sentido de Maquiavelo) y de las condiciones exteriores aleatorias (fortuna).
A lo largo de esa historia, si he tenido buenos encuentros y mi pensamiento y mi acción han correspondido a mi esencia en algún grado, una parte de mi pensamiento será eterna. La muerte no cambia nada en esto, pues una idea adecuada lo es eternamente y no solo durante la existencia de un cuerpo. Ahora bien, una idea adecuada es eterna en cuanto expresa eternamente, al menos en parte la esencia de mi cuerpo, de manera absoluta, como un modo de Dios. Que las circunstancias de mi existencia acaben descomponiendo las relaciones que constituyen mi cuerpo no significa que la idea de estas no permanezca, al menos en la parte en que es una idea adecuada. El cuerpo y la mente dejan de existir de maneras distintas: el cuerpo se descompone cuando sus elementos dejan de efectuar sus relaciones internas constitutivas. Del cuerpo no queda sino la "nada" anterior al encuentro que lo constituyó, pues los componentes del cuerpo, a diferencia de los de la mente son "partes extra partes" partes que no se incluyen unas en otras sino que se excluyen unas a otras. No existe entre ellas ninguna implicación lógica. No ocurre lo mismo con la mente, cuyas partes no son partes extensivas sino partes intensivas: una idea no excluye a otra idea sino que puede inferirla o inferirse de ella. Parte de la trama de relaciones que compone mi mente puede así no disolverse y existir eternamente, al margen de la duración. Solo "pervive" de este modo lo que siempre ya era eterno en la medida en que mi potencia lograra actualizarlo.
Existir independientemente del cuerpo no es un problema para Spinoza: como parte del atributo Pensamiento, nuestra mente existe siempre independientemente del cuerpo: la causalidad por la que se rige es exclusivamente la interna al atributo pensamiento, nunca la del cuerpo. Sin embargo, como idea de un cuerpo singular esa existencia independiente sigue en parte los avatares del cuerpo pues es también "la misma cosa que este" y se define por el conociemiento que de este tiene. Por este motivo la historia del cuerpo y de la mente, como historias de un ser finito no son nunca historias que dependan solo de él, sino de él y de todo lo que lo hace existir y obrar. Por ello la eternidad que nos es accesible nunca es una eternidad total de nuestra mente, sino solo una eternidad parcial que expresa determinadas relaciones constitutivas de las que he llegado a tener un conocimiento adecuado y no otras que siempre dependieron para mí del azar de las circunstancias exteriores y no de la necesidad interna de mi pensamiento, de mi conocimiento adecuado. Mi eternidad parcial es así parte necesaria del proceso natural infinito que se llama Dios.
La mente es una idea compleja cuyo orden y conexión internos se corresponden con los del cuerpo. La esencia de la mente, tanto como la del cuerpo son eternas en cuanto expresan la potencia-esencia divina. Esto significa que la potencia-esencia divina no existe sin mi mente ni sin mi cuerpo, e inversamente que la potencia y la esencia de mi mente y de mi cuerpo son tan absolutas como las de Dios cuando logran expresarse libremente. Si mi mente pudiera siempre realizar su propia esencia, toda ella sería eterna pues toda ella estaría constituida por la idea adecuada que es mi mente en cuanto forma parte del atributo Pensamiento. Ahora bien, esto no es posible, pues mi existencia y mi acción dependen de circunstancias exteriores. Estas pueden favorecer mi acción y mi pensamiento de modo que la mayor parte de mis acciones y de mis pensamientos correspondan a la esencia singular que expresan en dos atributos distintos mi mente y mi cuerpo, o trabar y limitar esa acción y ese pensamiento, sin llegar a destruirlos. Mi historia es una historia de encuentros que dependen de mi propia potencia (virtù en sentido de Maquiavelo) y de las condiciones exteriores aleatorias (fortuna).
A lo largo de esa historia, si he tenido buenos encuentros y mi pensamiento y mi acción han correspondido a mi esencia en algún grado, una parte de mi pensamiento será eterna. La muerte no cambia nada en esto, pues una idea adecuada lo es eternamente y no solo durante la existencia de un cuerpo. Ahora bien, una idea adecuada es eterna en cuanto expresa eternamente, al menos en parte la esencia de mi cuerpo, de manera absoluta, como un modo de Dios. Que las circunstancias de mi existencia acaben descomponiendo las relaciones que constituyen mi cuerpo no significa que la idea de estas no permanezca, al menos en la parte en que es una idea adecuada. El cuerpo y la mente dejan de existir de maneras distintas: el cuerpo se descompone cuando sus elementos dejan de efectuar sus relaciones internas constitutivas. Del cuerpo no queda sino la "nada" anterior al encuentro que lo constituyó, pues los componentes del cuerpo, a diferencia de los de la mente son "partes extra partes" partes que no se incluyen unas en otras sino que se excluyen unas a otras. No existe entre ellas ninguna implicación lógica. No ocurre lo mismo con la mente, cuyas partes no son partes extensivas sino partes intensivas: una idea no excluye a otra idea sino que puede inferirla o inferirse de ella. Parte de la trama de relaciones que compone mi mente puede así no disolverse y existir eternamente, al margen de la duración. Solo "pervive" de este modo lo que siempre ya era eterno en la medida en que mi potencia lograra actualizarlo.
Existir independientemente del cuerpo no es un problema para Spinoza: como parte del atributo Pensamiento, nuestra mente existe siempre independientemente del cuerpo: la causalidad por la que se rige es exclusivamente la interna al atributo pensamiento, nunca la del cuerpo. Sin embargo, como idea de un cuerpo singular esa existencia independiente sigue en parte los avatares del cuerpo pues es también "la misma cosa que este" y se define por el conociemiento que de este tiene. Por este motivo la historia del cuerpo y de la mente, como historias de un ser finito no son nunca historias que dependan solo de él, sino de él y de todo lo que lo hace existir y obrar. Por ello la eternidad que nos es accesible nunca es una eternidad total de nuestra mente, sino solo una eternidad parcial que expresa determinadas relaciones constitutivas de las que he llegado a tener un conocimiento adecuado y no otras que siempre dependieron para mí del azar de las circunstancias exteriores y no de la necesidad interna de mi pensamiento, de mi conocimiento adecuado. Mi eternidad parcial es así parte necesaria del proceso natural infinito que se llama Dios.
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