jueves, 22 de marzo de 2018

El modo y el conocimiento

Un modo de Dios es un modo de ser divino, esto es un modo (una cantidad determinada: es lo que significa en latín "modus") de la potencia divina. Conocemos, no en la medida en que se nos revela una naturaleza en la que no tenemos parte, sino en cuanto nosotros mismos somos causas productivas de esa misma naturaleza asociadas a otras humanas y no humanas. Kant oponía un "intellectus archetypus" propio del Dios creador, por el cual este conocía a la vez que creaba, a un "intellectus ectypus" propio de la criatura finita y en concreto del hombre, que solo conoce en cuanto es afectado por algo ya existente e independiente de él: la cosa en sí. 

Spinoza subvierte este planteamiento: el hombre tiene para él un intelecto a la vez receptivo, pues vive en la imaginación, bajo los efectos de cosas exteriores que imprimen su traza en el cuerpo humano, pero es capaz de salir de la imaginación desde dentro de la dinámica de esas trazas que le afectan pasivamente. Lo hace descubriendo en esas trazas e imágenes "nociones comunes", que nos dan a conocer propiedades que encuentran, tanto en nuestro cuerpo marcado por las imágenes de cuerpos exteriores, como en estos mismos cuerpos. Estas "nociones comunes" nos permiten salir del enclaustramiento en nuestras conciencias que nos hace vernos a nosotros mismos y a las cosas de nuestros entorno como individuos aislados, como sustancias finitas. 

Las nociones comunes no son nociones de cosas sino de propiedades, o más bien de relaciones constitutivas de las cosas y de nuestro propio cuerpo. De este modo una ontología de las sustancias finitas se transmorma en una ontología de la relación. Una gnoseología (teoría del conocimiento) basada en la separación del sujeto y del objeto se transforma en una teoría de la potencia productiva del intelecto. La relación constitutiva de la realidad (de la naturaleza) es una relación en la que yo mismo participo como causa, pero también como efecto productivo. De este modo (en el sentido técnico del término) soy Dios mismo y participo de su producción, que no es otra que la asociación productiva del conjunto de la naturaleza. 

En el latín de Spinoza, soy "Deus quatenus...", "Dios en tanto que...". Puedes rellenar con los nombres de cualquier ser humano. Para Spinoza, a diferencia de Hobbes que consideraba al hombre un lobo para el hombre, "homo momini lupus", el humano será lo que más conviene con nosotros, lo más apto a colaborar con nosotros y, por consiguiente,"el hombre es Dios para el hombre" ("Homo homini Deus"). Algo muy alejado, por consiguiente del universo triste, pasivo e impotente en que se mueven tanto Kant -a pesar de su grandeza de pensador ilustrado- como la ideología común.

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